Estatua de Quevedo. Foto del autor del blog tomada un día de niebla invernal. |
Cuando Alfonso XIII cumple su mayoría de edad-1902- y pasa a
ser rey de España, después del periodo de regencia de su madre María Cristina,
el Ayuntamiento de Madrid que entonces preside Alberto Aguilera - como veis
Alberto es un nombre repetido en la alcaldía de la villa y corte- encarga a una
serie de artistas que realicen estatuas de homenaje a favor de personajes muy
significados de la historia de España y conectados todos ellos con la capital
madrileña.
Los personajes elegidos para formar parte de esa nómina
ilustre son Agustín Argüelles, Bravo Murillo, el marqués de Salamanca, Francisco
de Goya, Francisco de Quevedo, Lope de Vega, los sainetistas Fernández de
Moratín y Ramón de la Cruz y el arquitecto Ventura Rodríguez. Los sainetistas y
el arquitecto quedan descolgados al final y tendrán que esperar mejores
tiempos. Cada estatua se presupuesta en 35.000 pesetas de la época. El único
escultor que no cumple con el presupuesto y que se descuelga con una factura de
65.000 leandras es el tortosino, de
Tortosa, Tarragona, Agustín Querol al que le había sido encargada la
correspondiente a Quevedo.
Además la estatua se hace de rogar. Querol se ha empeñado en
colocar al insigne y popular vate sobre una peana de tamaño ciertamente
colosal. La cosa es que el protocolo exige levantar la estatua sea como sea y
al autor se le ocurre colocar una réplica en yeso provisionalmente en la fecha
prevista del 5 de Junio. La estatua definitiva no se erige hasta finales de
Octubre y además con cierta merma material sobre el proyecto inicial ya que no
incluye cuatro bajorrelieves de bronce con títulos de obras de Quevedo
previstos para ser situados en el historiado pedestal.
El primer emplazamiento de la obra no viene a la plaza
dedicada al escritor del siglo de oro. En esos momentos en la glorieta de
Quevedo tiene asiento el monumento al 2 de Mayo de Aniceto Marinas. No era cosa
de desvestir a un santo para vestir a otro debieron de pensar las autoridades
por lo que se decidió colocar a Quevedo en la cercana glorieta de Alonso
Martínez. En 1963 se enderezó la lógica del emplazamiento por exigencias del
creciente tráfico rodado de Madrid y fue entonces que nos colocaron a Quevedo
en su propio domicilio acabando así con sesenta años de inquilinato en casa
ajena.
Y esa es la historia del monumento a Quevedo que podemos saludar
día tras día solo con pasar por la glorieta del mismo nombre.
Si
quieren mas detalles acudan a la fuente documental sobre monumentos de Madrid
de nuestro ayuntamiento. Por cierto: uno de los mejores productos
culturales en la red de nuestra ciudad. Aunque si se fijan en el caso de la ficha dedicada a Quevedo cometen un error tonto, sospecho que mecanográfico que decíamos antigüamente. Hablan de Alfonso XII en vez del XIII.
Quevedo, un regalo para nuestro precioso barrio..Cada día le saludo por la ventana de casa
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