11 de mayo de 2012

Cosas de los de MAPFRE. Jugando a la gallinita ciega en la plaza de Olavide


Creía que lo había visto todo en Olavide. Niños jugando. Viejos tomando el sol. Gafapastas impartiendo doctrina en las terrazas. Músicos rastafaris. Gimnastas utilizando como aparatos el mobiliario urbano. Asambleas Populares recuperando el Ágora griego. Famosos ocultos tras un foulard. Académicos. Novelistas amantes del ajedrez y al revés. Vendedores de globos. Fabricantes de burbujas. Tertulias falangistas en los bajos de los bares. Testigos y testigas de Jehová pasando la mañana sin pegar un palo al agua pero cumpliendo con las planillas que les manda su pastor. Aprendices de cinematografía de todas las especialidades. Rodajes de películas de la serie B. Viejecitos poetas recitando versos de amor a muchachas desprevenidas. Borrachos del antiguo imperio austrohúngaro. Un ruso perverso persiguiendo a una prima mía. Una vez, en medio de la niebla, creí ver al unicornio. Era solo un gran danés reflejado en una vidriera. He visto correr al padre Antonio, de Santa Feliciana, a todo meter entre las mesas de las terrazas como alma poseida por las prisas del fin del mundo

Todo eso he visto y mucho más que la prudencia o la desmemoria me obligan a callar. Pero lo de hoy si que no me lo esperaba:


Ver a un grupo de talluditos ejecutivos y ejecutivas de Mapfre jugando a la gallina ciega y pegando grititos tarzanescos por la plaza me ha dejado realmente desconcertado. Parece que estaban practicando “juegos de estrategia”, así lo han llamado. Preparándose para la dura y agresiva venta de seguros. Está el mercado muy jodido y hay que formarse en técnicas revolucionarias de venta. Ya saben. El mundo es muy oscuro y los audaces tienen que penetrarlo sabiendo moverse en la oscuridad. Eso les da ventaja sobre los demás que lo único que hacen es ir, pobres, con los ojos muy abiertos. La técnica buena es esta: si el cliente va como ciego nosotros tenemos que ver la vida como él. Entender al cliente. Además, caminando ciegos, agarrados a la cintura del compañero, aprendemos a confiar en el equipo. Ya saben, un ciego solo puede guiar a otro ciego. A no ser que estuviesen bailando la conga. Muy útil, la conga.



Estos de MAPFRE son la leche. Yo de mayor quiero ser vendedor de seguros.

Vean las fotos y disfruten. Seguro que de esa guisa nunca más los van a encontrar. 


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