La historia que vamos a contar gira en torno a un episodio de la vida del poeta Miguel Hernández vinculado a la casa que en la calle Garcilaso número 10 tenía el escultor Víctor González Gil. La foto nos presenta al artista González Gil delante de un retrato, de su propia mano, del poeta alicantino. La foto está sacada de la página web que el hijo del escultor González Gil tiene dedicada a su padre. |
En estos tiempos en los que se
anuncia el
traslado del legado de Miguel Hernández, sus recuerdos y los pocos objetos
que rodeaban su vida desde Elche al pueblo jienense de su esposa Josefina
Manresa, traigo al blog un episodio poco conocido que relaciona al poeta con
nuestro barrio de Olavide, exactamente con una vivienda-taller situada nada
menos que en la calle Garcilaso 10, a escasos metros de la plaza de Olavide.
Según cuenta la biografía publicada
en la web de la Fundación
Miguel Hernández: “En abril el
general Franco declara concluida la guerra. Miguel intenta escaparse a
Portugal, pero se lo impide la policía portuguesa y es entregado a la Guardia
Civil fronteriza. Tras su paso por Huelva y Sevilla, en la prisión de Torrijos
en Madrid, donde compone las famosas "Nanas de la cebolla". Puesto,
inesperadamente, en libertad, es detenido de nuevo en Orihuela”.
¿A dónde va el poeta cuando le
ponen en libertad? ¿Por qué le ponen en libertad? La historia nos la ha contado
un amigo del poeta, el escultor Víctor
González Gil, otro personaje por cierto de enorme interés y que estuvo muy vinculado
al barrio pues tuvo su taller hasta los últimos días de su vida, larga vida
(1912-1992), en la calle Fernández de la Hoz. Estas es su relato al Diario Montañés
el 23 de Julio de 1977:
“Unos días antes de entrar los nacionales en Madrid y como sabía la
sana actuación de Miguel como poeta soldado de la cultura, me fui a buscarle al
local donde tenían sus oficinas los intelectuales antifascistas. Yo tenía mucho
miedo que a Miguel, como era un niño grande, le pasara algo, pues en estas
guerras civiles, no reparten precisamente caramelos; disimulando el mío propio
me decidí por echar una mano”. “Estaba con V.Valle. De ahí le llevé a casa de
María Fernanda, la que después se casó con el pintor Eduardo Vicente y que
vivía en la calle de la Alameda. Le dije que se quedara en mi casa, pero no
aceptó. Sin documentación se marchó a Sevilla, para que le avalasen los poetas
Luis Llorente y Murube, que no le ayudaron. Marchó a Portugal, donde me dijo más
tarde le habían apalizado. Le vuelve la Guardia Civil a España, que se portaron
correctamente con él”. Ingresa en la cárcel de Torrijos de Madrid. Me envía una
nota para que le haga llegar a un poeta de Sevilla, que no recuerdo el nombre.
Yo le llevé un colchón a la cárcel. Vuelve a salir de la cárcel, como siempre,
sin ninguna documentación. Le pusieron en la calle por exceso de “clientela”. ”Se
me volvió a presentar a mí porque sus amigos Vicente Aleixandre (por terror) y
José María Cossio, no le pudieron ayudar en aquellos trágicos momentos. Recibe
un aval del cura de Orihuela. Neruda, parece ser que hizo una gestión con el
obispo de París, sin resultado”
El caso es que el escultor y
amigo personal del poeta desde los tiempos en los que aquel creo en su Talavera
de la Reina natal la revista Rumbos le ofrece refugio en su casa de la calle
Garcilaso nº 10, a la espalda de la Plaza de Olavide. En ese edificio actualmente desaparecido tiene Víctor
un estudio vivienda en el que se aloja provisionalmente el poeta de Orihuela.
Tal como cuenta Víctor
González Moya, hijo del escultor González Gil “en realidad fue una imprenta, que había quedado obsoleta y en desuso,
era un viejo edificio abandonado”. Nos sigue contando “creo recordar que Miguel, por las mañanas estaba en la casa-imprenta
sin salir (subido o no a la higuera mencionada por Umbral), debido a que
enfrente y a pocos metros había una comisaria, cuyo jefe estaba en ella todas
las mañanas. Pese a aconsejarle no lo hiciera, quiso marchar a su pueblo para
estar junto a su esposa e hijo, y, allí fue denunciado, detenido y encarcelado
hasta su muerte por tuberculosis. ….. Era una época difícil y peligrosa, estaba
recién acabada la guerra. Y mi padre había sido movilizado por el ejército
republicano, lo que le convertía en “rojo”. Y era amigo, y estaban escondiendo
a otro “rojo” de cierta relevancia, que por fortuna no habían identificado. Y
existía desde el fanatismo ensalzado por la guerra ganada, el deseo de
venganza, pasando incluso por apetencias económicas, hasta el deseo de matar.
Como me dijeron mis padres, en una guerra la gente se vuelve loca. Pero a pesar
del ambiente y riesgo, mis padres alojaron a Miguel, nadie más lo hizo, aun
vivieran alejados de una comisaría. Otros también le ayudaron, pero no hasta
ese punto.”.
Poco duró la vida en precaria libertad del poeta. Como es sabido viaja, seguramente en un acto de desesperación final, a Orihuela donde es detenido definitivamente. Ya no recuperará su libertad. Condenado a muerte en 1940 se le conmuta la pena a 30 años. Pero las enfermedades y el maltrato le llevan a morir en la carcel de Alicante en 1942. Tenía 31 años de edad y con él muere una de las mejores plumas que haya tenido la literatura española de todos los tiempos.
Aprovecho para poner unas pocas
notas relativas a la vida de Miguel Hernández en el Madrid de la República. En
el año 31 viene por primera vez a Madrid y se aloja en una pensión de la Costanilla
de los Ángeles. No le gustó Madrid. Cuenta mi amiga Mercedes en un hermoso post
que dedicó al poeta en su blog Arte
en Madrid con motivo de la exposición “Miguel
Hernández 1910-2010. La sombra vencida en la Biblioteca Nacional en 2010”: “…..el Madrid que encontró no era el que
esperaba, “Madrid es cruel”, “no es como yo lo soñaba”, escribió a su querido
amigo Ramón Sijé. Llegó a la capital con una pobre maleta, expuesta en la sala,
que hoy resulta enternecedora, hacía frío, se le quedaban “las manos heladas”.
Miguel Hernández tenía poco más de 20 años...”.
Vuelve en 1934 y, entonces sí,
Madrid le recibe con los brazos abiertos. Participa en la vida cultural de
nuestra ciudad y se convierte en un personaje querido. Es en aquellos años
cuando la personalidad política de Hernández se moldea y sufre una transformación
que le aleja de sus orígenes de joven cristiano para adherirse a las ideas
comunistas. Ideas que le llevaran al compromiso militante mas avanzado con
ocasión de la guerra civil. A lo largo de esos años que parten del 34 Miguel
Hernández vive como un nómada en diferentes pensiones de la ciudad. Está
documentado que pasó por la calle Altamirano, por la de Vallehermoso y por
Caños del Peral.
Para finalizar y por si acaso la
calle Garcilaso en Madrid estuviese dedicada al gran poeta renacentista
Garcilaso de la Vega, algo que no puedo confirmar y que seguramente alguno de
mis lectores mas ilustrados pueden aclarar, esta pequeña historia nos brindaría
uno de esos bucles mágicos que nos ofrece la vida. Garcilaso de la Vega fue una
de las grandes fuentes inspiradoras de la obra del poeta nacido en Orihuela. Y
en la calle a él dedicada viviría sus últimos días en libertad.
Hola Angel, has escrito un post muy interesante y emotivo, cuentas muchas cosas que desconocía y que me ha encantado saber, nunca diremos bastante sobre este hombre y gran poeta... de pronto me he encontrado con tu comentario y enlace a mi antiguo post, ¡muchas gracias!.
ResponderEliminarQué duro debió ser ¿verdad?
un abrazo
¡Ah! he olvidado decirte que sí, creo que la calle Garcilaso está dedicada al poeta que inspiró a Miguel Hernández y en la que vivió. Qué bonito.
ResponderEliminarGracias Mercedes. Si se confirma que el nombre de la calles está dedicado a Garcilaso de la Vega, efectivamente sería una circunstancia casual muy emotiva.
ResponderEliminarPor cierto aprovecho para dejar el enlace con el famoso artículo de Umbral que por cierto cita el hijo de Vicente González Gil. Miguel Hernández, agricultura viva