En la Plaza de Olavide tenemos muchas y viejas historias de perros. Algunas las he contado en los blogs. La historia de aquella pelea a principios del siglo XX entre los laceros que pretendían cazar a un perro y dos albañiles que se les enfrentaron, siendo detenidos por ese gesto. La dinámica que se instaló en la plaza de Olavide en los años 80 y 90 que convirtió a la plaza en una especie de perrera total y que provocó en gran medida las obras de remodelación. La lucha de los vecinos para evitar que en la plaza ya renovada se abriese una zona cerrada para perros.
Posteriormente parece haberse abierto un largo periodo de convivencia entre humanos y caninos. En algunos momentos se deja que en la zona pavimentada de la plaza se dé suelta a los perros. Ocurre eso por las mañanas a primera hora. En horas en los que la plaza está mas concurrida los perros vuelven a ser atados como mandan las ordenanzas y aquí no ha pasado nada. Creo que la mayoría de los vecinos se declaran conformes con la situación aunque existen sectores que siguen reclamando una zona acotada y otros que se cumplan las ordenanzas de llevar a los perros atados sin excepciones horarias.
Habría que decir que en estos años también se ha avanzado mucho en el cumplimiento por parte de los dueños de los perros de la recogida de sus restos fecales. Aunque todavía se ven regalos por las calles nada que ver con lo que pasaba años atrás. El sentido común y el motocaca parecen haber logrado este pequeño milagro que tanto agradecemos los vecinos. Pero donde el motocaca no funciona y algunos dueños de perros creen que la mierda de sus canes es beneficiosa para el medio ambiente como abono de jardinería la cosa cambia. Solo hace falta echar un vistazo a las zonas de parterre acotadas de la plaza para ver ristras de caquitas a esgalla que dicen en Asturias. No pongo foto por delicadeza ante mis lectores. Es muy fácil dejar al perrito saltar la vallita y ponerse a silbar. Total el perro hace deporte y encima contribuye al bienestar de nuestros arbustos y arbolitos. Me permití consultar a jardineros sobre esa leyenda urbana de la caca de perro como abono y todos me dijeron que es una absoluta tontería. Solo contribuye a atraer bichos y olores y perjudicar la debida limpieza de los alcorques. Muchos dueños de perros lo saben pero otros no se han debido enterar y prefieren seguir viviendo en los mundos de yupi de la ecología urbana.
Yo solo dejo constancia de esto y que cada cual sepa lo que tiene que hacer. Me han dicho que a la junta de distrito le han hecho llegar denuncias. Lo ignoro. Ellos sabrán. Me imagino que tendrán cosas mejor que hacer. No se cuales pero seguro que es eso. Yo solo digo que los pequeños problemas de convivencia son al final los que mas deterioran la vida ciudadana.
Y hablando de animales en la plaza otro día prometo hablar del conejo que tenemos de vecino desde hace dos años. No es una leyenda urbana. Ya les contaré.
NOTA. Las fotos solo pretenden ilustrar la situación. No tratan de incriminar a nadie.
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