Así estaban las terrazas de la plaza esta noche de viernes a las nueve. El otoño ha llegado de improviso y nos ha pillado a todos en mangas de camisa. Algunos camereros entretenían el tedio recogiendo hojas secas con la escoba. Pequeños grupos de resistentes ocupaban algunas mesas mientras que otros dudaban entre sentarse o huir precipitadamente a sus casas en busca de jerseys o chaquetas. Los músicos habituales se cruzaban miradas de desánimo preguntándose entre ellos si merecía la pena iniciar el concierto habitual. Mañana los de la limpieza tendrán menos trabajo de recogida del botellón. La vida sigue.
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