Foto de Cristina Dávila en Twitter |
Con esta foto abría Cristina Dávila un largo recorrido en Twitter hablando sobre el calamitoso estado de suciedad y abandono de las calles de Chamberí. Al debate se sumaron otros vecinos de la ciudad para constatar que las escenas reportadas por Cristina no eran exclusivas del céntrico barrio madrileño.
Sería largo de contar el origen de tanto desastre. No ha sido nunca Madrid una ciudad afortunada de la diosa de la limpieza pero hubo años en los que la ciudad parecía adecentada durante el mandato del anterior alcalde Gallardón. Pero la crisis y la entrada a los mandos gerenciales de Madrid de la señora Botella nos han retrotraido a viejas épocas ya olvidadas.
La privatización del servicio de limpiezas en manos de grandes empresas concesionarias ha traido como consecuencia un deterioro de los estándares de calidad verdaderamente llamativos. Cualquier sociólogo urbano, hasta el mas torpe, podría aportar dos datos básicos sobre la magnitud del problema.
Primero, una ciudad sucia entra en una especie de bucle por el que la suciedad se incrementa de manera geométrica. Los papeles, los restos, la basura acumulada es una invitación a los ciudadanos para que se sumen a la triste aventura de ensuciar mas las calles. Total si ya está guarra, apenas se notará que yo tire mi paquete de tabaco vació o mi botellín de agua.
Segundo, si reduces los servicios de limpieza, salvo que contrates a Supermán como barrendero, reduces la capacidad de hacer frente a los trabajos necesarios para limpiar la ciudad .Es de cajón. Y menos mal que la huelga de limpieza urbana que sufrimos meses atrás, se saldó con un cierto triunfo de los trabajadores que evitaron males mayores. Pero la fórmula de menos trabajadores y peor pagados solo se puede traducir por más mierda, con perdón.
Además y como fruto de un servicio de inspección totalmente deficiente el servicio de limpiezas de Madrid tiene mas trampas que una película de chinos. Vayan ustedes por las calles menos principales y encontrarán mierda bajo los coches aparcados para parar un tren. Y los alcorques convertidos en papeleras y puntos intermedios de recogida de basuras. Unos empleados echan la mierda en los alcorques y se supone que otros llegan y lo recogen. Vamos, un sistema como el de los buzones de correos. Pero no siempre es así y los alcorques se convierten en basurales infectos. A eso se suma una cierta desorganización entre los distintos concesionarios. Por una parte los de la limpieza urbana y por otra los de parques y jardines responsables de los setos y de los alcorques. ¿Sabian ustedes el viejo truco de echar el polvo bajo las alfombras? Pues eso.
Hay luego capítulos muy llamativos. Gracias a las campañas de concienciación se había conseguido que los dueños de mascotas cumpliesen en gran medida con la obligación de recoger la caquita de sus canes. Incluso se llegó a montar un dispositivo llamado motocacas que funcionaba- ¿funciona?- muy bien. Hoy por las razones que sea ese clima civil se ha deteriorado y es común encontrarnos con mierdecillas en cada portal. Otra cosa llamativa es la desaparición del baldeo con agua como forma de limpieza. Como venimos de unas épocas de sequía, parece que ha sido política municipal olvidarse de la vieja manga riega que aquí no llega- juego infantil que a los niños de mi generación nos entusiasmaba sobre todo en épocas estivales. Sumen a todo ello algo menos conocido pero que funciona así: no se recogen las hojas caidas del otoño y del invierno ni las floraciones del verano como por ejemplo la de las acacias, el pan y quesillo. Deben pensar nuestras autoridades que eso es mas respetuoso con los ciclos de la naturaleza. Pero los ciclos de la naturaleza resulta que nos traen un manto grasiento. Una vez que el bonito amarillo del pan y quesillo cae a las aceras se convierte en una masa infecta resbaladiza y asquerosa. La naturaleza es lo que tiene.
Pero el ciudadano de orden dirá a continuación que lo que pasa es que somos muy guarros y tendrá toda la razón del mundo, Lo que pasa es que tambien robamos a hacienda, cruzamos semáforos en rojo y hasta atropellamos a nuestros ancianitos con las bicis sobre las aceras. Y nos resistimos, sin embargo, a que la ciudad sea una ciudad sin ley. Hay multas, existen sanciones, tenemos guardias de la porra y hasta metemos en la cárcel a los infractores. Pues con la suciedad lo mismo. O así debería ser. Otro argumento es que no tenemos recursos. Que el ayuntamiento está empobrecido. Habría que ver eso del empobrecimiento. Cuantos recursos hemos dedicado a la mayor gloria de nuestros queridos dirigentes. Cuanto dinero se nos ha ido para colocarles en primera fila de Cibeles y tantas otras cosas. Pero incluso aceptando ese argumento valdría recordar que todavía tenemos ordenanzas que obligan a los vecinos a mantener limpio el frente de sus casas.
En la espera de no tener que montar grupos de ciudadanos vigilantes de la calle, ni voluntarios para limpiar la mierda en situaciones de crisis, igual que se hace en el curso de los rios o en los montes, me despido de ustedes hasta después del verano.
Un saludo.