Rosa junto a su hija en el puesto de la Plaza de Olavide |
Rosa Delgado tiene 73 años y ha decidido que ya es hora de
descansar. De dedicar las horas del día a visitar museos y galerías de arte. A
viajar. Son las cosas que más le gustan: el arte y viajar.
Desde que era niña ha sido florista en la plaza de Olavide.
Al igual que lo fueron sus abuelos y sus padres. Pocos días del año se ha
permitido cerrar el kiosco. Antiguamente las floristerías de Madrid cerraban de
fin de año a San José pero en los tiempos modernos las modernas redes de
distribución y los invernaderos han facilitado la presencia de flores en todas
las estaciones.
Sus ojos han recorrido la historia de nuestro barrio y
podría seguramente reconocer a varias generaciones de vecinos de la plaza. Ha contemplado
como han ido variando los gustos sobre las flores. “Antes se valoraba mas la
flor por su simbolismo, hoy damos mas importancia a los aspectos materiales: el
precio, la duración” me dice Rosa. Estos últimos años ha estado en el puesto más
que por ella por su hija, la cuarta generación de floristas en la familia. Su
hija se llama Rosa, que mejor nombre, como ella y seguirá en el negocio pero
desde el puesto de flores del mercado de Maravillas que hoy regenta una hermana
de Rosa. Bajo cubierto, con días de descanso. Otra vida.
Estar en la calle, manejando cubos de agua, preparando
ramos, cargando con macetas no es precisamente un oficio agradecido. Si lo es
estar acompañada todo el día de los colores y los aromas de cientos de flores.
Le pregunto por su flor preferida y me dice sin dudar que el nardo. Ahí se ve
su madrileñismo. Es madrileña de tercera generación. A ver cuantos del barrio
pueden decir lo mismo.
Rosa, que se quedó viuda muy joven, ha sacado adelante a
tres hijos. La vida de su familia no fue fácil nunca. Sus padres vivieron el
drama de la guerra civil y la posguerra de una manera particularmente dolorosa.
Es una mujer alegre, divertida y muy culta. Me dice que adora a Rubens, a
Velázquez. Y a Goya. Que está deseando visitar la exposición del Hermitage en
el Prado. Ella visitó hace tiempo el museo de San Petersburgo. Viajera. Muy
viajera. Sus últimos viajes han sido a Grecia, a las islas griegas.
A final de año se nos va. Nadie se quedará con el kiosco
salvo que el ayuntamiento encuentre nuevos concesionarios del servicio. Es una
pena que en Madrid desaparezcan las floristerías de calle. Eso nos diferencia
de las grandes capitales del mundo. Nos falta cultura de la flor. La tuvimos
según me cuenta Rosa. Pero hoy el negocio no compensa.
El barrio le debería rendir un homenaje a esta mujer de
ojos claros, de mirada tranquila.
TELÉFONO DE LA FLORISTERÍA DEL MERCADO DE MARAVILLAS
695 55 55 28
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