Desde hace pocos días ha vuelto a funcionar el surtidor de la fuente central de la plaza. Durante meses no hemos podido disfrutar del rumor, de la luz, de la magia del agua emergiendo potente desde el vaso de esa fuente tan simple que da centro a la plaza. Nunca he sabido la razón. Unos dicen que ha sido por avería. Otros que por ahorro de energía. Algunos, amigos de las teorías de la conspiración, cuentan que a un alto cargo del ayuntamiento vecino del barrio le molestaban los ruidos del surtidor.
El caso es que tenemos agua. Ahora sería necesario que el alcorque circular que rodea la fuente se adecente y se cubran los numerosos huecos y calvas que tiene con los rosales amarillos que alberga.
No se si muchos vecinos saben que la plaza de Olavide nace en torno a una fuente, allá por el final del siglo XVIII. La historia de esa fuente se puede seguir en el magnífico blog de Mercedes Gómez, Arte en Madrid.
Siempre me ha encantado el pequeño poema que Antonio Machado, vecino de nuestro barrio, dedicó a Juan Ramón Jiménez.
Era una noche del mes
de mayo, azul y serena.
Sobre el agudo ciprés
brillaba la luna llena,
iluminando la fuente
en donde el agua surtía
sollozando intermitente.
Sólo la fuente se oía.
de mayo, azul y serena.
Sobre el agudo ciprés
brillaba la luna llena,
iluminando la fuente
en donde el agua surtía
sollozando intermitente.
Sólo la fuente se oía.
Después, se escuchó el acento
de un oculto ruiseñor.
Quebró una racha de viento
la curva del surtidor.
Y una dulce melodía
vagó por todo el jardín:
entre los mirtos tañía
un músico su violín.
Era un acorde lamento
de juventud y de amor
para la luna y el viento,
el agua y el ruiseñor.
«El jardín tiene una fuente
y la fuente una quimera...»
Cantaba una voz doliente,
alma de la primavera.
Calló la voz y el violín
apagó su melodía.
Quedó la melancolía
vagando por el jardín.
Sólo la fuente se oía.
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